jueves, 15 de octubre de 2009

Historias

Sábado. 14:40 horas. Mi psicóloga me llamó para decirme que tuvo una urgencia y no podía llegar a tiempo a mi cita. Me ofreció ir mas tarde, pero preferí no ir. En realidad no voy si puedo evitarlo. Y nada mejor que un cambio de horario repentino para aprovecharlo como excusa.

Estoy conectada sin conectarme y pensé en mi amiga Viana.



-Hola!? Por dónde andás?

-Hola! Acá en casa

-No tenés ganas de ir a "María Bonita" a merendar? Dale, venite, llevo la portátil, tiene wifi!

-Ah bueno! Dale! Dame una hora y nos encontramos ahí.

-Sii, así te muestro algunas cosas que vi.

-Okk! Nos vemos!



Y así sin mas, salí con la portátil hacia el barcito en cuestión, a esperar a mi amiga.

Tardó un poco mas de una hora, pero eso ya lo sabia, siempre tardamos un poco mas, y no nos preocupa. Me senté junto al ventanal, me gusta mirar la gente y era un hermoso día de primavera.

La camarera amablemente me trajo la carta, y me puse a buscar que comer. Eran las 4 de la tarde, así que pensé en algo livianito.



-Mmmm...bueno...un té...este de las five o'clock...si si...con tostaditas...mmm...jamón...queso...y ah...trae torta también? Qué bien...!! Esta que dice mousse de chocolate, por favor.



Ok, livianito livianito no es, estamos de acuerdo, pero es un té, no?



Encendí la portátil y me puse a navegar mientras esperaba a mi amiga, y al tecito.

La camarera no tardó en traer el pedido, enorme pedido, mi mesa era para dos, y no cabían los platitos.



Mientras revolvía el té me colgué mirando por la ventana. Una mujer caminaba por la vereda lentamente. Tres pasos para aquí, media vuelta, tres pasos para allá, volviendo a empezar. Típicos pasitos de quien espera a alguien.

La llegada de mi amiga me hizo olvidar por un rato esa imagen de ansiedad que tanto me molestaba.

Pidió lo mismo que yo, y mientras cambiamos de mesa, ya que la duplicación de platos nos obligaba, charlamos sobre nuestra semana laboral y demás yerbas.

De pronto, entra una pareja y se ubica en la mesa para dos que habíamos abandonado. La mujer, la misma que minutos antes daba pasitos en la vereda. Unos 30 y algo, jeans, blazer de cuero negro, maquillaje normal, mucho perfume. El hombre, unos 40, peinado con gel, jeans, saco de cuero negro.

No se por qué razón, pero Viana y yo nos quedamos un poco calladas, observando disimuladamente las distintas etapas de la conversación de esa mesa. Mientras atracábamos nuestras respectivas meriendas, y mirábamos cosas en internet, no podíamos dejar de estar atentas a eso.

-Mis rulos son naturales, siempre tuve el cabello así- sonrisa nerviosa, sacudida de cabello.

-Si?? Te quedan muy bien!!- sorpresa actuada, mirada penetrante a los ojos de la inquieta dama.

No pude evitar comentar:

-Viana, no podría pasar otra vez por eso...las primeras citas son insoportablemente tediosas y repetitivas.

-Estoy totalmente de acuerdo!

Y seguimos castigando nuestras mousse de chocolate, tarta de manzana, jamones, quesos, y demás cositas.


Ahora, me pongo a pensar: por qué tiene que ser así?

Por qué se transforma en un rito repetido infinidad de veces?

Acaso no se teme que lo que empieza siempre igual, invariablemente va a terminar igual?

Cómo se descubre la afinidad con otra persona si siempre se cae en las mismas cosas?

Por qué no simplemente mirar esos ojos y dejarnos llevar por la intuición?


Tal vez sea porque nuestra intuición nos ha fallado de alguna manera. O porque tambien ella tiene un tiempo entre elaboración y vencimiento.

De todas formas sigo pensando en los ritos y en mi resistencia a cumplirlos una vez mas. No quiero vestirme con el uniforme de batalla. No quiero hablar de mis rulos. No quiero hablar de mis lugares de diversión preferidos. No quiero presentarme como si fuera a una entrevista laboral, tratando de que el entrevistador reconozca mis méritos.

Aún guardo la esperanza de que al otro le importe mas lo que no digo, que lo que digo. Que le guste descubrir que cosas me hacen feliz libremente, y que sea lo suficientemente generoso para hacerme reír sin pretensiones, no como un favor que me hace, sino como un regalo que le hago yo un día especial.

Y un detalle mas: que sea lo suficientemente valiente para aceptar el desafío.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo, los primeros encuentros son los peores, los que pueden desembarcar en el fiasco mas terrible o en el mejor de los oasis...¿se quedan sólo alli? puro espejismo? pasar el rato o el inicio de algo mejor??
    quien sabe....

    no?

    besos, Viana

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