miércoles, 19 de enero de 2011

Lluvia de enero

Llueve a lo bestia. Es evidente que ahi arriba hay flor de despelote. Las nubes chocan sin tregua y cae el agua a cántaros. Además de que sopla un viento que se debería pensar en un seguro para pelucas.
Mis plantas, secas todas, no pueden creer que se pueda disponer de tanta agua junta. Yo las miro desde la ventana, café en mano, y de pronto creo en los milagros. Puede pasar, quien dice que no? A lo mejor el ciprés limón, como si hubiese salido de un largo letargo de origenes psicológicos, vuelve a ser el pino que fue alguna vez, verde, brillante, apuntando bien alto.

Y sigue lloviendo, generosamente. La manera desprolija en la que cae el agua me recuerda a mi misma, cuando empiezo a dejar salir mis pensamientos. No se si me conviene dejar salir muchos hoy, creo que deberia volver a terapia, al menos para Claudia todo tiene una lógica y con una increíble naturalidad puede hacerme entender lo inentendible. Igual se pondría contenta de verme así hoy, imagino su cara de aprobación. Yo me conformo con no sentirme mal, con no tener esa sensación de vacío que suelo tener y hasta diria experimentar esta especie de satisfacción absolutamente honesta, aunque tambien estrictamente medida.

Mejor sigo tomando mi café, sonriéndole al ciprés a ver si se copa y vuelve a brillar.